Desde
finales del siglo XVII y hasta casi la mitad del siglo XIX, la prensa perseguía
finalidades que poco o nada tenían que ver con el concepto de rentabilidad
empresarial, que desarrolló más tarde. Los políticos promovían publicaciones cuasi artesanales para defender sus
ideas e intereses personales.
Uno
de los grandes problemas de la prensa de los siglos XVII y XVIII fue llenar las
hojas de papel con noticias o novedades. Aunque el periodismo de estos siglos y
comienzos del XIX, todavía no se apreciaba ni se trabajaba bajo las presiones
de conceptos tales como la “actualidad” y la “inmediatez”, lo cierto es que
llegaban muy pocas noticias y muy escuetas.
Esta
falta de materia prima noticiosa potenció desde mediados del siglo XVIII, el
desarrollo del periodismo de ideas, el periodismo ideológico o de opinión, que
se convirtió en hegemónico hasta mediados del siglo XIX en el ámbito anglosajón
y hasta bien entrado el siglo XX en las culturas neolatinas europeas.
“El
articulismo dominante se convirtió, además, en un instrumento fundamental en la
lucha de ideas avivada por la Ilustración y por las revoluciones americana
(1776) y francesa (1789). En las luchas entre el Antiguo Régimen y la nueva
clase ascendente burguesa, y en las luchas en el seno de un nuevo bloque
dominante, la prensa jugó un papel determinante: era una herramienta esencial
para la propagación de las doctrinas y para la acción proselitista”.[1]
Se
hicieron famosos los editoriales aparecidos en periódicos panfletos como “el
amigo del pueblo”, de Jean Paul Marat, “Revoluciones de París” de Proudhomme
entre otros.
En
este marco, Gargurevich explica que “el editorial en su forma actual, es una antigua, y quizá pesada herencia del
periodismo renovador y revolucionario del siglo XVIII, cuando la burguesía
francesa ejercitó la opinión con el brío y brillantez extraordinaria, pero en
prácticamente todas las páginas del periódico. A medida que la sed de informar
y ser informado se desarrollaba, la opinión comenzó a restringir su espacio
hasta finalmente reducirse a una página. Sin embargo, opiniones explícitas
podían encontrarse en cada artículo o nota informativa, en una extraña mezcla
de adjetivos, rumores y hasta simples chismes”.[2]
Posteriormente,
en el siglo siguiente es en los Estados Unidos dónde se separa los géneros de
opinión de la información. El diario el “Tibune”, de Horace Greeley es el
primero en separar la página editorial de las noticias.
A la
vez, James Gordon Bennett editor del “New York Herald”, sentaba las bases de la
“información objetiva” al publicar un editorial en 1835 en el que proclama “(Mi
periódico) no apoyará partido alguno, no será el órgano de ninguna facción o
camarilla… Nos esforzaremos en registrar los hechos, sobre todo los temas
públicos adecuados, desprovistos de verborragia, con comentarios apropiados,
justos, independientes, confiables y moderados…”.
Siguió
un siglo de impetuosa e intensa competitividad periodística, las voces
editoriales correspondieron entonces a los grandes empresarios: Horace Greeley,
Joseph Pulitzer, William Randolph, Hearst y otros por el estilo. Su poder
estaba basado en la circulación, sus periódicos eran, en esencia, extensiones de sus poderosas y originales
personalidades.
La
editorial, tanto en Latinoamérica como en los Estados Unidos, tiene un marcado desarrollo
en lo profesional, que va acompañado de lo empresarial, esto como obra de los
editores y los dueños. El estilo, vigor, personalidad del editorial dependía de
la influencia que tenía el diario, su opinión podía incluso hacer variar el
curso de acontecimientos políticos.
En
la década de los 50 del siglo pasado, la Sociedad Interamericana de Prensa
(SIP) inició una campaña destinada al mejoramiento técnico de sus asociados
latinoamericanos, incitando a tomar el paradigma de los colegas
estadounidenses. Uno de los principios que se difundió entonces con mayor
fuerza fue la separación entre noticia y opinión.
Gargurevich
menciona que se llegó a tal punto que un editor peruano diría constantemente a
sus empleados “La página editorial es mía… el resto de ustedes”, esta
aseveración debería ser considerada como un ideal en el periódico.
En
el periodismo del siglo XX se atraviesa por distintas etapas, las que fueron
influenciadas por los acontecimientos políticos que se viven en todo el mundo,
según menciona Natividad Vargas.
En
la primera etapa, de clara influencia literaria, se hace un periodismo proselitista
al servicio de las ideas políticas o religiosas. Es precisamente, en esta etapa
también denominada etapa de la “prensa de opinión” y que dura hasta el fin de
la I Guerra Mundial, cuando se consolida el género periodístico que los
anglosajones denominan comment o
artículos.
En
el desarrollo de la segunda etapa, etapa del periodismo informativo, juega un
papel fundamental la progresiva tecnificación de la industria periodística.
Aunque aparece hacia 1870, su momento cumbre se sitúa entre 1920 y 1950. Va perfilándose primero en
Inglaterra y después, en los estados Unidos de América. Es un periodismo de
narración de los hechos, lo que los anglosajones denominan stories o noticias.
A
partir del fin de la II Guerra Mundial, se empieza a hablar del “periodismo de
explicación”. Frente a la prensa “popular”, de carácter sensacionalista, surge
la prensa de “calidad” que intenta realizar el llamado periodismo de
explicación, interpretativo o en profundidad. La característica fundamental de
esta nueva etapa del periodismo es que la opinión aparece deslindada de la
información, bien en espacios diferentes, o bien con distintas tipográficas.
La
historia de los géneros periodísticos es, por tanto, una historia de
evoluciones, transformaciones, de complejidades íntimamente relacionadas con el
momento histórico en que se producen, con los sistemas ideológicos y
productivos en los que nace, crece y se desarrolla.
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