El peligro que genera oportunidades: Por qué las crisis políticas son tu mejor momento

Por: Juan Carlos Segales L.*
  • No hay ámbito libre de crisis — solo hay organizaciones preparadas y organizaciones condenadas.

En chino mandarín, la palabra "crisis" se forma con dos caracteres: peligro y oportunidad. No es poesía oriental ni filosofía barata de calendario motivacional. Es la descripción exacta de lo que ocurre cuando tu gobierno, tu campaña o tu gestión enfrentan turbulencias: tienes dos caminos y solo uno te lleva a sobrevivir.

La realidad es brutalmente simple: las crisis políticas son situaciones graves, inesperadas y potencialmente catastróficas que combinan peligro y urgencia. Pueden destruir tu carrera en 72 horas. Pero aquí viene el giro que nadie te cuenta: todas las crisis son previsibles. Cada una deriva de una situación de peligro que conocías antes de que explotara. Y si son previsibles, son manejables.

Cuando la crisis te encuentra desayunando

América Latina tiene un doctorado en crisis políticas mal gestionadas. Tomemos el caso del expresidente peruano Pedro Pablo Kuczynski, quien renunció en 2018 tras la filtración de videos que mostraban compra de votos para evitar su destitución. La crisis no fue la acusación inicial de corrupción—esa era previsible en el contexto peruano. La crisis mortal fue la respuesta: negar, esconderse, y finalmente ser atrapado en video. Resultado: renuncia en tiempo récord y destrucción total de credibilidad.

Contrasta eso con el presidente uruguayo José Mujica enfrentando críticas por su estilo desprolijo y sus declaraciones sin filtro. ¿Su estrategia? Convertir cada "crisis" de protocolo en una oportunidad para reforzar su imagen de autenticidad. Las mismas características que otros comunicadores hubieran considerado crisis, Mujica las transformó en su marca personal más fuerte: "Pepe" el presidente que dona su salario y maneja un escarabajo.

Los números no mienten: crisis mal gestionadas cuestan fortunas

Exxon perdió 3 billones de dólares en su crisis del derrame petrolero. Intel, otros 3 billones por un producto defectuoso. Johnson & Johnson, 6 billones por sabotaje. ¿La diferencia entre los que sobreviven y los que mueren? Los primeros entendieron que la crisis no era el problema—era el megáfono que amplificaba problemas previos que ignoraron.

En política latinoamericana, el costo no se mide solo en dinero. Se mide en gobiernos caídos, carreras terminadas y movimientos políticos destruidos. El caso brasileño de Dilma Rousseff es emblemático: el juicio político no comenzó con su gestión económica—comenzó años antes con una crisis de comunicación mal manejada durante las protestas de 2013. Cada respuesta tardía, cada mensaje confuso, cada intento de minimizar el descontento popular fue construyendo el camino hacia su eventual destitución en 2016.

La anatomía de una crisis latinoamericana

En nuestra región, el patrón es idéntico pero más brutal: gobiernos que caen no por el escándalo en sí, sino por la respuesta torpe, tardía o inexistente. Candidatos que se hunden no por el error, sino por la negación. Instituciones que colapsan no por la crisis, sino por la improvisación desesperada.

Veamos el caso chileno del Transantiago en 2007. El caótico lanzamiento del nuevo sistema de transporte público bajo la presidenta Michelle Bachelet no fue solo un problema operativo—fue una crisis de comunicación épica. ¿El error mortal? Minimizar la gravedad, prometer soluciones que no llegaban y perder contacto con la realidad que vivían millones de santiaguinos cada día. Su popularidad cayó 30 puntos en meses. La crisis era gestionable; la respuesta comunicacional, catastrófica.

Ahora comparemos con el entonces alcalde de Bogotá, Antanas Mockus, enfrentando críticas por sus políticas poco convencionales. ¿Su respuesta? Convertir cada cuestionamiento en una oportunidad para explicar, educar y involucrar a los ciudadanos. Contrató mimos para educar sobre tránsito. Pintó estrellas en el pavimento. Cada "crisis" de credibilidad se transformó en contenido viral antes de que existiera el término.

La oportunidad escondida detrás del desastre

La buena noticia: una crisis bien gestionada puede darte visibilidad positiva imposible de conseguir de otra forma. Puede humanizarte, demostrar liderazgo real, conectar emocionalmente con tu gente y diferenciarte de competidores que se esconden.

El expresidente colombiano Juan Manuel Santos enfrentó una de las mayores crisis de su mandato cuando el proceso de paz con las FARC fue rechazado en el plebiscito de 2016. Era el momento perfecto para colapsar políticamente. ¿Qué hizo? En lugar de culpar a los votantes o rendirse, reconoció la decisión, escuchó a la oposición, ajustó el acuerdo y lo llevó al Congreso. Resultado: proceso de paz aprobado y Premio Nobel de la Paz. La crisis se convirtió en su momento definitorio.

La mala noticia: esto solo funciona si tienes tres cosas antes de que todo explote: un comité de crisis preparado, públicos estratégicos identificados y protocolos de comunicación listos. Sin esto, estarás improvisando tu propia ejecución pública frente a cámaras en vivo.

La dura verdad que nadie quiere escuchar

¿Estás preparado o solo esperas que nunca te pase? Porque estadísticamente, te pasará. Los museos tienen goteras, los hospitales cometen errores médicos, las universidades tienen accidentes en laboratorios, y los gobiernos enfrentan escándalos, protestas y crisis económicas. No hay ámbito libre de crisis—solo hay organizaciones preparadas y organizaciones condenadas.

La pregunta no es SI enfrentarás una crisis política. La pregunta es: ¿qué harás en las primeras 3 horas? Porque esas primeras horas definen todo. Define si controlas la narrativa o te conviertes en su víctima. Define si tu equipo sabe qué hacer o improvisa en pánico. Define si sales fortalecido o destruido.


*Consultor independiente en comunicación política e institucional. 15 años de experiencia liderando equipos en posiciones de alta responsabilidad.

 

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