el Imperio Digital

http://taller5a.files.wordpress.com/2010/02/zanoni_-el-imperio-digital.jpg
DESCARGAR EL LIBRO
PRÓLOGO 
¿Cómo trazar el mapa de una revolución?

Leandro Zanoni intenta, y lo consigue, guiarnos a través de una de las mayores revoluciones del conocimiento, la información y del entretenimiento de las que se tenga memoria. Internet es todo eso y más.
Intentar poner orden en la vorágine de desarrollos, aplicaciones, tecnologías, usos y aplicaciones es un trabajo, a priori valiente y necesario. Valiente, porque inevitablemente este trabajo deberá ser actualizado en sus futuras ediciones, porque la velocidad de los cambios que suceden en Internet son vertiginosos.
Paso a explicarme. En 1994, cuando estaba recién llegado a los Estados Unidos, compré, por 4.000 dólares una computadora de escritorio que por aquellos días era realmente state of the art, para los amantes de los datos (y nostálgicos).
La máquina en cuestión contaba con el recientemente lanzado al mercado procesador Intel Pentium de 60 Megahertz, una memoria de 4 Megabytes, un disco duro de 50 Megabytes, Windows 3.1, un modem de 14,8 kbd y, lo que se llamaba kit multimedia, es decir, la tarjeta de sonido, se compraba aparte. En esa máquina escribí, ente otras cosas, el Manual de Estilo del servicio en español de la agencia Reuters, pero ésa es otra historia...
En ese momento, Internet no era más que una curiosidad de laboratorio y, como soy bastante curioso, me conecté a la Red gracias a un CD que venía en el paquete, de una empresa llamada América Online. Por entonces AOL tenía 250.000 usuarios y yo era uno de ellos.
Desde entonces estuve ligado profesionalmente a Internet, primero como editor de contenidos periodísticos para los incipientes portales como Starmedia o Yahoo!, que compraban las noticias que producíamos en Reuters. Luego, desde Cisco Systems, vi cómo la infraestructura que hace posible la Internet crecía en todo el mundo y en especial en América Latina.
Y desde 2007, en Google, tengo el privilegio de ver en primera fila una de las transformaciones más fascinantes de las que se tenga memoria respecto de la forma en que aprendemos, jugamos y trabajamos. No puedo más que pensar que en estos catorce años, (repito: catorce años… el hombre tardó milenios en crear la imprenta) aquella máquina de la que hablaba resulte ahora una curiosidad arqueológica. Por la cuarta parte de lo que la pagué adquiero hoy una máquina casi mil veces más rápida y potente, con cientos de veces mayor capacidad de almacenamiento, conectada a cientos de veces mayor velocidad.
Desde la máquina que tipeo esto puedo escuchar música, participar de video conferencias, editar películas y compartir mis fotografías con toda mi familia y amigos dispersos en tres continentes. Y algunas de esas cosas las puedo hacer incluso desde un
teléfono celular que cabe en mi bolsillo.
Esto ocurrió tan sólo en catorce años. Aquí está la revolución, o mejor dicho, aquí está la punta del iceberg de la revolución…
Pensemos cómo serán los próximos veinte años...
De todas maneras, creo que la verdadera revolución es la otra, la que importa, la que ha hecho de Internet una parte central en la vida de más de mil millones de personas, que ha creado industrias de la nada en menos de una década (la empresa para la que trabajo quizá sea el ejemplo más emblemático de lo que digo).
Porque el poder de la tecnología ha hecho posible la revolución que permite juntar amigos perdidos por el mundo, intercambiar fotos de los nietos con los abuelos que viven en otra ciudad u otro país, hacer de cada uno de nosotros un Gutemberg, convirtiéndonos, a todos, en miembros plenos de la Aldea Global.
Pero dije más arriba que el de Zanoni es un esfuerzo necesario. Y lo es porque las revoluciones necesitan siempre de un John Reed, de un testigo que al menos tenga la posibilidad de contar cómo y porqué las cosas están sucediendo. Sólo que esta vez todos estamos tomando el Palacio de Invierno.
Me explico: Internet nació como un medio vertical, donde los tradicionales dueños del contenido hacían accesible al resto, pasivo, su información, conocimiento o esparcimiento. Pero, a medida que la tecnología se fue desarrollando, los
usuarios, antes  pasivos espectadores, tomaron el control, se subieron al escenario y ya las cosas no fueron como antes.
Lector, si llegó hasta aquí, sepa que en este tiempo que se ha tomado en leer este prólogo se han subido más de treinta horas de video a YouTube. Y esa cifra crece día a día. Los espectadores son actores, productores y directores, los lectores son editores y corresponsales, los oyentes son ahora músicos.
¿Qué significa esto? Zanoni busca en El imperio digital ordenar y desentrañar este fenómeno que algunos llaman Web 2.0, término que personalmente no me gusta toda vez que supone que hubo una Web 1.0 y habrá una 3.0, como si los cambios fueran programados de la misma manera que una empresa traza la evolución de un programa de software.
La Web es impredecible, caótica y vital. Como sus actores, como usted y como yo.
El imperio digital trata de poner orden y explicar ese caos. Sin duda, hacía falta un libro así. 
Alberto Arébalos Septiembre de 2008

0 Comments