Biografía del libertador Simón Bolívar hecha por Carlos Marx

BOLÍVAR Y  PONTE,  Simón,  el  "Libertador"  de  Colombia,  nació  el 24 de julio de 1783 en Caracas y murió en San Pedro, cerca de Santa Marta, el 17 de diciembre  de 1830. Descendía  de una  de las familias mantuanas, que en la época de la dominación  española  constituían la nobleza  criolla  en  Venezuela.  Con  arreglo   a  la  costumbre  de  los americanos acaudalados de la época, se le envió Europa a la temprana edad  de 14 años.  De España  pasó  Francia y residió  por  espacio  de algunos   años  en  París.  En  1802  se  casó  en  Madrid  y  regresó   a Venezuela, donde su esposa falleció repentinamente de fiebre amarilla. Luego de este suceso se trasladó por segunda vez a Europa y asistió en 1804  a  la  coronación  de  Napoleón   como  empe   rador,  hallándose presente,  asimismo,  cuando  Bonaparte se ciñó la corona de hierro  de Lombardía. En 1809 volvió a su patria y, pese a las instancias  de su primo José Félix Ribas, rehusó adherirse a la revolución que estalló en Caracas el 19 de abril de 1810. Pero, con posterioridad a ese acontecimiento, aceptó la misión de ir a Londres  para comprar armas y  gestionar  la  protección  del  gobierno   británico.  El  marqués  de Wellesley, a la sazón ministro de relaciones exteriores,  en apariencia le dio buena  acogida. pero Bolívar no obtuvo más que la autorización de exportar armas abonándolas al contado y pagando fuertes derechos. A su regreso  de Londres  se retiró a la vida privada, nuevarnente, hasta que   en   setiembre    de   1811   el   general    Miranda,  por   entonces comandante en jefe de las fuerzas  rectas  de mar  y tierra, lo persuadió de que aceptara el rango de teniente  coronel  en el estado  mayor  y el mando de Puerto Cabello, la principal plaza fuerte de Venezuela.

Cuando  los  prisioneros  de  guerra  españoles,  que  Miranda  enviaba regularmente a  Puerto   Cabello  para  mantenerlos encerrados en  la ciudadela,  lograron atacar   por  sorpresa la guardia y la dominaron, apoderándose de la ciudadela,  Bolívar, aunque  los españoles  estaban desarmados, mientras que él disponía de una fuerte guarnición y de un gran arsenal, se embarcó  precipitadamente por  la noche con ocho de sus oficiales, sin poner  al tanto  de lo ocurría ni a sus propias tropas, arribó al amanecer a Guaira y se retiró a su hacienda  de San Mateo. Cuando   la  guarnición  se  enteró   de  la  huida   de  su  comandante, abandonó en  buen  orden la  plaza,  a  la  que  ocupade  inmediato  los españoles  al  mando  de  Monteverde.  Este  acontecimiento  inclinó  la balanza  a favor de España  y forzó a Miranda a suscribir, el 26 de julio de  1812, por  encargo del  congreso,  el tratado de  La  Victoria, que sometió  nuevamente a Venezuela  al dominio  español.  El 30 de julio llegó Miranda a La Guaira, con la intención  embarcarse en una nave inglesa. Mientras visitaba al coronel Manuel María Casas, comandante de la plaza, se encontró con un grupo numeroso, en el que se contaban don  Miguel  Peña  y  Simón  Bolívar, que  lo convencieron   de  que  se quedara, por lo menos úna noche, en la residencia  de Casas. A las dos de  la  madrugada, encontrándose Miranda profundamente dormido, Casas,  Peña  y Bolívar  se introdujeron en  su  habitación con  cuatro soldados  armados, se apoderaron  precavidamente de su espada  y su pistola,  lo despertaron y con rudeza le ordenaron que se levantara y vistiera,  tras lo cual lo engrillaron y entregaron a Monteverde. El jefe español   lo  remitió   a  Cádiz,   donde   Miranda,  encadenado,  murió después de varios años de cautiverio.  Ese acto, para cuya justificación se recurrió al pretexto  de que Miranda había  traicionado a su país la capitulación de La Victoria, valió a Bolívar el especial favor de Monteverde, a tal punto que cuando el primero le solicitó su pasaporte, el  jefe  español   declaró:  "Debe  satisfacerse   el  pedido   del  coronel Bolívar, como recompensa al servicio prestado al rey de España  con la entrega de Miranda".

Se autorizó así a Bolívar  a que se embarcara con destino  a Curazao, donde  permaneció seis semanas.  En cornpañía de su primo Ribas  se trasladó luego a la pequeña  república de Cartagena. Ya antes  de su arribo  habían  huido  a  Cartagena  gran  cantidad  de  soldados,  ex combatientes a  las  órdenes del  general  Miranda. Ribas  les propuso emprender  una   expedición   contra  los  españoles   en  Venezuela   y reconocer  a Bolívar como comandante en jefe. La primera propuesta recibió   una   acogida entusiasta;  la  segunda   fue  resistida,   aunque finalmente  accedieron,  a condición de que Ribas fuera el lugarteniente de Bolívar. Manuel Rodríguez Torices, el presidente de la república de Cartagena, agregó a los 300 soldados así reclutados para Bolívar otros 500 hombres  al mando  de su primo Manuel  Castillo.  La  expedición partió   a   comienzos   de   enero    de   1813.   Habiéndose    producido rozamientos entre  Bolívar  y Castillo  respecto  a quién  tenía  el mando supremo,  el segundo se retiró súbitamente con sus granaderos. Bolívar, por  su  parte,  propuso seguir  el  ejemplo  de  Castillo  y  regresar  a Cartagena,  pero  al  final  Ribas  pudo  persuadirlo  de  que  al  menos prosiguiera en su ruta hasta  Bogotá, en donde a la sazón tenía su sede el Congreso  de Nueva Granada. Fueron  allí muy bien acogidos, se les apoyó de mil maneras y el congreso los ascendió al rango de generales. Luego de dividir  su pequeño ejército en dos columnas,  marcharon por distintos  caminos  hacia  Caracas. Cuanto  más  avanzaban, tanto  más refuerzos  recibían; los crueles excesos de los españoles hacían las veces, en  todas  partes,  de reclutadores  para  el  ejército  independentista.  La capacidad de resistencia  de los españoles  estaba  quebrantada, de un lado  porque las  tres  cuartas partes de  su  ejército  se componían  de nativos, que en cada encuentro se pasaban al enemigo; del otro debido a la cobardía de generales tales como Tízcar, Cajigal y Fierro,  que a la menor  oportunidad abandonaban a sus propias tropas. De tal suerte ocurrió que Santiago  Mariño, un joven sin formación,  logró  expulsar de las provincias de Cumaná  y Barcelona  a los españoles,  al mismo tiempo  que Bolívar  ganaba  terreno en las provincias occidentales.  La única sistencia seria la opusieron  los españoles a la columna  de Ribas, quien no obstante  derrotó al general Monteverde en Los Taguanes  y lo obligó a encerrarse en Puerto Cabello el resto de sus tropas.

Cuando  el gobernador de Caracas, general Fierro,  tuvo noticias de que se  acercaba  Bolívar,  le  envió  parlamentarios para  ofrecerle   una capitulación, la que se firmó en La Victoria. Pero Fierro,  invadido por un pánico repentino y sin aguardar el regreso de sus propios emisarios, huyó  secretamente  por  la  noche  y  dejó  a  más  de  1.500  españoles librados a la merced  del enemigo. A Bolívar se le tributó entonces una entrada apoteótica.  De pie, en un carro de triunfo, al que arrastraban doce   damiselas   vestidas   de   blanco   y   ataviadas  con   los  colores nacionales,  elegidas todas ellas entre  las mejores  familias caraqueñas, Bolívar, la cabeza descubierta y agitando  un bastoncillo en la man, fue llevado  en  una  media  hora  desde  la  entrada  la  ciudad  hasta  su residencia.  Se proclamó "Dictador y Libertador de las Provincias Occidentales   de  Venezuela"   --Mariño  había   adoptado  el  título  de "Dictador de las Provincias   Orientales"--,   creó   la   "Orden  del Libertador", formó un cuerpo  de tropas escogidas a las que denominó guardia de corps  y se rodeó de la pompa  propia de una  corte.  Pero, como la mayoría de sus compatriotas, era incapaz  de todo esfuerzo de largo aliento y su dictadura degeneró pronto en una anarquía militar, en la cual asuntos  más importantes quedaban en manos  de favoritos que  arruinaban  las  finanzas   públicas   y  luego  recurrían  a  medios odiosos para reorganizarlas. De este modo el novel entusiasmo  popular se  transformó en  descontento,   y  las  dispersas   fuerzas  del  enemigo dispusieron de tiempo  para rehacerse. Mientras que  a comienzos  de agosto  de  1813  Monteverde estaba  encerrado  en  la  fortalede  Puerto Cabello y al ejército español sólo le quedaba una angosta faja de tierra en el noroeste de Venezuela,  apenas  tres  meses después  el Libertador había  perdido  su  prestigio  y Caracas se hallaba   amenazada por  la súbita aparición en sus cercanías  de los españoles victoriosos, al mando de Boves. Para fortalecer su poder  tambaleante Bolívar reunió,  el 1de enero  de 1814, una  junta  constituida por  los vecinos caraqueños más influyentes  y  les  manifestó  que  no  deseaba  soportar  más  tiempo  el fardo de la dictadura. Hurtado de Mendoza, por su parte, fundamentó en un prolongado  discurso  "la necesidad  de que el poder  supremo  se mantuviese en las manos del general Bolívar hasta que el Congreso de Nueva Granada pudiera reunirse y Venezuela unificarse bajo un solo gobierno".  Se  aprobó esta  propuesta y,  de  tal  modo,  la  dictadura recibió una sanción legal.

Durante algún tiempo se prosiguió la guerra contra los españoles, bajo la  forma  de  escaramuzas,   sin  que  ninguno   de  los  contrincantes obtuviera ventajas  decisivas. En  junio  de  1814  Boves,  tras  concentrar sus  tropas,  marchó   de  Calabozo   hasta   La  Puerta,  donde  los  dos dictadores, Bolívar y Mariño, habían  combinado  sus fuerzas. Boves las encontró allí y ordenó a sus unidades  que  las atacaran sin dilación. Tras una  breve  resistencia,  Bolívar  huyó  a  Caracas, mientras que Mariño  se  escabullía   hacia   Cumaná.  Puerto   Cabello   y  Valencia cayeron en las manos de Boves, que destacó dos columnas (una de ellas al mando del coronel González) rumbo a Caracas, por distintas rutas.

Ribas  intentó  en vano  contener  el avance  de González.  Luego  de la rendición  de Caracas a este jefe, Bolívar evacuó a La Guaira, ordenó a los barcos  surtos en el puerto  que zarparan para Cumaná  y se retiró con el resto de sus tropas hacia Barcelona.  Tras la derrota que Boves infligió a los insurrectos en Arguita, el 8 de agosto  de 1814, Bolívar abandonó  furtivamente  a  sus  tropas,  esa  misma  noche,  para  dirigirse apresuradamente y por atajos hacia Cumaná, donde pese a las airadas protestas de Ribas se embarcó  de inmediato  en el "Bianchi", junto con Mariño y otros oficiales. Si Ribas, Páez y los demás generales hubieran seguido a los dictadores en su fuga, todo se habría perdido.  Tratados como  desertores a  su  arribo a  Juan  Griego, isla  Margarita, por  el general   Arismendi,  quien  les  exigió  que  partieran,  levaron  anclas nuevamente  hacia  Carúpano,  donde,  habiéndolos  recibido  de  manera análoga el coronel Bermúdez,  se hicieron a la mar  rumbo  a Cartagena. Allí  a  fin  de  cohonestar   su  huida,   publicaron  una   memoria   de justificación, henchida de frases altisonantes.

Habiéndose  sumado  Bolívar  a  una  conspiración  para  derrocar  al gobierno  de  Cartagena,  tuvo  que  abandonar esa  pequeña  república y seguir  viaje  hacia  Tunja,   donde  etaba   reunido   el  Congreso   de  la República  Federal  de Nueva Granada. La provincia de Cundinamarca, en ese entonces,  estaba  a la cabeza  de las provincias  independientes que se negaban  a suscribir  el acuerdo  federal  neogranadino, mientras que Quito,  Pasto,  Santa  Marta y otras provincias  todavía  se hallaban en  manos  de  los  españoles.  Bolívar,  que  llegó  el  22  de  noviembre  de 1814 a  Tunja,  designado  por el  congreso  comandante en  jefe  de  las fuerzas   armadas  federales  y  recibió  la  doble  misión  de  obligar   al presidente  de   la   provincia   de   Cundinamarca   a   reconociera  la autoridad del congreso y de marchar luego sobre Santa Marta, el único puerto  de mar fortificado granadino aún en manos de los españoles. No presentó  dificultades  el cumplimiento del primer cometido, puesto que Bogotá, la capital  de la provincia desafecta,  carecía  de fortificaciones. Aunque  la ciudad  había  capitulado, Bolívar  permitió  a sus soldados que durante 48 horas la saquearan. En Santa Marta el general español Montalvo,  disponía tan sólo de una débil guarnición de 200 hombres  y de   una    plaza    fuerte    en   pésimas   condiciones   defensivas, tenía apalabrado ya un  barco  francés para asegurar su propia huida;  los vecinos, por  su parte, enviaron un mensaje  a Bolívar  participándole que, no bien apareciera, abrirían las puertas de la ciudad y expulsarían a la guarnición. Pero en vez de marchar contra los españoles de Santa Marta, tal  como  se lo había  ordenado el congreso,  Bolívar  se dejó arrastrar por su encono contra Castillo, el comandante de Cartagena, y actuando  por su propia cuenta condujo sus tropas contra esta última ciudad,  parte integral de la República  Federal.  Rechazado,  acampó  en Popa,   un   cerro   situado    aproximadamente  a   tiro  de   cañon   de Cartagena. Por  toda  batería emplazó  un pequeño  cañón,  contra una fortaleza artillada con unas 80 piezas. Pasó luego del asedio al bloqueo, que   duró  hasta   comienzos   de   mayo,   sin   más   resultado  que   la disminución de  sus  efectivos,  por  deserción  o  enfermedad,  de  2.400 a 700 hombres.  En el ínterin  una gran expedición  española  comandada por el general  Morillo y procedente de Cádiz había  arribado a la isla Margarita, el  25  de  marzo  de  1815.  Morillo  destacó  de  inmediato poderosos  refuerzos   a  Santa  Marta y  poco  después  sus  fuerzas  se adueñaron de Cartagena. Previamente, empero,  el 10 de mayo 1815, Bolívar  se  había   embarcado  con  una   docena   de  oficiales  en  un bergantín artillado, de bandera británica, rumbo a Jamaica.  Una vez llegado a este punto  de refugio publicó una nueva proclama, en la que se presentaba como la víctima  de alguna  facción o enemigo secreto  y defendía  su fuga ante los españoles como si se tratara una renuncia al mando, efectuada en aras de la paz pública. 

Durante  su  estada  de  ocho  meses  en  Kingston,  los  genrales  que  había dejado en Venezuela y el general Arismendi en la isla Margarita presentaron una  tenaz  resistencia  las armas españolas.  Pero  después que Ribas, a quién Bolívar debía su renombre, cayera  fusilado por los españoles  tras la  toma  de  Maturín, ocupó  su  lugar  un  hombre   de condiciones  militares  aun  más  relevantes.  No pudiendo  desempeñar, por  su  calidad  de  extranjero, un  papel  autónomo   en  la  revolución sudamericana, este hombre  decidió  entrar al servicio  de Bolívar. Se trataba de Luis Brion.  Para prestar auxilios a los revolucionarios se había hecho a la mar en Londres,  rumbo a Cartagena, con una corbeta de  24  cañones,  equipada  en  gran  parte  a  sus  propias  expensas  y cargada con 14.000 fusiles y una  gran cantidad de otros pertrechos. Habiendo   llegado  demasiado   tarde  y  no  pudiendo   ser  útil  a  los rebeldes,  puso proa hacia  Cayos, en Haití,  adonde  muchos emigrados patriotas habían  huido  tras la capitulación de Cartagena. Entretanto Bolívar  se  había   trasladado  también   a  Puerto   Príncipe  donde,   a cambio de su promesa de liberar  a los esclavos, el presidente haitiano Pétion   le  ofreció  un   cuantioso  apoyo material  para  una   nueva expedición   contra  los  españoles   de  Venezuela.   En   Los  Cayos   se encontró con Brion y los otros emigrados y en una  junta  general  se propuso a sí mismo como jefe de la nueva expedición, bajo la condición de que, hasta la convocatoria de un cóngreso general, él reuniría en sus manos  los poderes  civil y militar. Habiendo aceptado  la mayoría  esa condición,  los  expedicionarios se  hicieron  a  la  mar el  16  de  abril  de 1816 con Bolívar como comandante y Brion  en calidad  de almirante. En  Margarita,  Bolívar  logró  ganar  para  su  causa  a  Arismendi,  el comandante  de  la  isla,  quien había  rechazado a  los  españoles  a  tal punto que a éstos sólo les restaba un único punto de apoyo, Pampatar. Con la formal promesa  de Bolívar  de convocar  un congreso  nacional en Venezuela no bien se hubiera hecho dueño del país, Arismendi hizo reunir   una   junta   en   la   catedral   de   Villa   del   Norte   y   proclamó públicamente a Bolívar jefe supremo  de las repúblicas de Venezuela y Nueva  Granada.  El  31  de  mayo  de  1816  desembarcó  Bolívar  en Carúpano,  pero   no  se  atrevió   a  impedir  que  Mariño  y  Piar  se apartaran de  él  y  efectuaran,  por  su  propia cuenta,  una  campaña contra  Cumaná.  Debilitado   por  esta   separación  y  siguiendo   los consejos  de Brion  se hizo a la vela rumbo a Ocumare [de la Costa], adonde  arribó el 3 de julio de 1816 con 13 barcos, de los cuales sólo 7 estaban  artillados. Su ejército  se componía  tan  sólo de 650 hombres, que aumentaron a 800 por el reclutamiento de negros, cuya liberación había  proclamado.  En  Ocumare difundió  un  nuevo manifiesto,  en el que prometía "exterminar a los tiranos" y "convocar  al pueblo  para que  designe  sus  diputados  al  congreso.  Al  avanzar   en  dirección  a Valencia, se topó, no lejos de Ocumare, con el general español Morales, a  la  cabeza   de  unos  200  soldados   y  100  milicianos.   Cuando   los cazadores   de  Morales  dispersaron  la  vanguardia  de  Bolívar,  éste, según   un  testigo  ocular,  perdió   "toda  presencia   de  ánimo   y  sin pronunciar palabra, en un santiamén volvió grupas y huyó  a rienda suelta  hacia  Ocumare, atravesó el pueblo  a toda  carrera, llegó a la bahía  cercana,  saltó  del  caballo,  se introdujo en  un  bote  y subió  a bordo del « Diana», dando orden a toda la escuadra de que lo siguiera a  la  pequeña   isla  de  Bonaire   y  dejando   a  todos  sus  compañeros privados del menor auxilio". Los reproches y exhortaciones de Brion lo indujeron  a  reunirse  a  los  demás  jefes  en  la  costa  de  Cumaná;  no obstante,  como lo recibieron inamistosamente y Piar  lo amenazó  con someterlo   a  un  consejo  de  guerra  por  deserción   y  cobardía,  sin tardanza volvió a partir rumbo  a Los Cayos. Tras meses y meses de esfuerzos,  Brion logró finalmente  persuadir a la mayoría de los jefes militares   venezolanos  -que  sentían  la  necesidad  de  que  hubiera un centro, aunque  simplemente  fuese nominal-  de que llamaran una vez más a Bolívar como comandante en jefe, bajo la condición expresa  de que  convocaría al congreso  y no se inmiscuiría  en la administración civil. El 31 de diciembre  de 1816 Bolívar  arribó a Barcelona  con las armas, municiones  y pertrechos proporcionados por  Pétion.  El 2 de enero de 1817 se le sumó Arismendi, y el día 4 Bolívar proclamó la ley marcial  y anunció que todos los poderes  estaban  en sus manos. Pero 5 días después Arismendi sufrió un descalabro en una emboscada  que le tendieran los españoles, y el dictador  huyó a Barcelona.  Las tropas se concentraron  nuevamente en  esa  localidad,   adonde   Brion  le  envió tanto  armas como nuevos refuerzos,  de tal suerte  que pronto Bolívar dispuso  de  una  nueva  fuerza  de  1.100  hombres.   El  5  de  abril los españoles tomaron la ciudad de Barcelona,  y las tropas de los patriotas se replegaron hacia la Casa  de la Misericordia, un edificio sito en las afueras.  Por  orden de Bolívar  se cavaron algunas  trincheras, pero de manera  inapropiada  para  defender   contra  un   ataque   serio   una guarnición de 1.000 hombres.  Bolívar abandonó la posición en la noche del 5 de abril, tras comunicar  al coronel Freites,  en quien  delegó el mando,  que  buscaría tropas de  refresco  y  volvería  a  la  brevedad. Freites   rechazó   un   ofrecimiento   de  capitulación,  confiado   en  la promesa, y después del asalto fue degollado por los españoles, al igual que toda la guarnición.

Piar, un hombre  de color, originario de Curazao, concibió y puso en práctica la conquista  de la Guayana, a cuyo efecto el almirante Brion lo apoyó con sus cañoneras. El 20 de julio, ya liberado  de los españoles todo   el  territorio,  Piar,  Brion,   Zea,   Mariño,  Arismendi   y  otros convocaron  en  Angostura  un  congreso  de  las  provincias  y  pusieron  al frente  del Ejecutivo  un triunvirato; Brion, que detestaba a Piar  y se interesaba profundamente por  Bolívar, ya que en el éxito del mismo había puesto en juego su gran fortuna personal,  logró que se designase al  último  como  miembro del  triunvirato, pese  a  que  no  se hallaba presente.   Al  enterarse  de  ello  Bolívar,  abandonó  su  refugio  y  se presentó  en Angostura, donde, alentado  por Brion, disolvió el congreso y  el  triunvirato  y  los  remplazó  por  un  "Consejo  Supremo  de  la Nación",  del  que  se  nombró  jefe,  mientras que  Brion  y  Francisco Antonio  Zea quedaron al frente,  el primero de la sección militar  y el segundo  de  la  sección política.  Sin  embargo  Piar,  el  conquistador  de Guayana, que otrora había  amenazado con someter  a Bolívar ante un consejo  de guerra por  deserción,  no escatimaba sarcasmos  contra el "Napoleón de las retiradas", y Bolívar  aprobó por ello un plan  para eliminarlo. Bajo las falsas imputaciones de haber conspirado contra los blancos,   atentado  contra  la  vida  de  Bolívar   y  aspirado  al  poder supremo,  Piar  fue  llevado  ante  un  consejo  de  guerra presidido  por Brion y, condenado  a muerte,  se le fusiló el 16 de octubre  de 1817. Su muerte  llenó a Mariño de pavor. Plenamente consciente  de su propia insignificancia  al hallarse privado del concurso  de Piar, Mariño, en una  carta abyectísima,  calumnió  públicamente a su amigo victimado, se dolió de su propia rivalidad con el Libertador y apeló a la inagotable magnanimidad de Bolívar.

La  conquista  de  la  Guayana  por  Piar  había  dado  un  vuelco  total  a  la situación, en favor de los patriotas, pues esta provincia sola les proporcionaba más recursos que las otras siete provincias venezolanas juntas.  De ahí que todo el mundo  confiara en que la nueva  campaña anunciada  por  Bolívar  en  una  flamante   proclama  conduciría  a  la expulsión définitiva  de los españoles. Ese primer boletín, según el cual unas  pequeñas   partidas españolas   que  forrajeaban  al  retirarse de Calabozo  eran  "ejércitos que huían  ante núestras tropas victoriosas", no  tenía  por  objetivo  disipar  tales  esperanzas.  Para  hacer  frente  a 4.000 españoles, que Morillo aún no había podido concentrar, disponía Bolívar de más de 9.000 hombres,  bien armados y equipados, abundantemente provistos con todo  lo necesario para la guerra. No obstante,  a fines de mayo  de 1818 Bolívar  había  perdido  unas  doce batallas  y  todas  las  provincias situadas  al  norte  del  Orinoco.  Como dispersaba sus fuerzas,  numéricamente superiores, éstas siempre  eran batidas  por separado. Bolívar dejó la dirección  de la guerra en manos de  Páez  y sus  demás  subordinados y se  retiró a Angostura. A una defección seguía la otra, y todo parecía  encaminarse  a un descalabro total.  En  ese  momento  extremadamente  crítico,  una  conjunción   de sucesos  afortunados  modificó  nuevamente el  curso  de  las  cosas.  En Angostura  Bolívar encontró a Santander, natural de Nueva Granada, quien le solicitó elementos para una invasión a ese territorio, ya que la población   local   estaba   pronta  para  alzarse  en  masa   contra  los españoles.  Bolívar  satisfizo  hasta   cierto  punto   esa  petición.  En  el ínterin,  llegó de Inglaterra una fuerte ayuda bajo la forma de hombres, buques y municiones, y oficiales ingleses, franceses, alemanes y polacos afluyeron de  todas  partes  a  Angostura.  Finalmente,  el  doctor  [Juan]Germán Roscio, consternado por la estrella declinante  de la revolución sudamericana,  hizo  su  entrada  en  escena,  logró  el  valimiento   de Bolívar  y  lo  indujo a  convocar,  para  el  15  de  febrero  de  1819,  un congreso  nacional,  cuya  sola  mención demostró  ser  suficientemente poderosa  para  poner en pie  un nuevo  ejército  de  aproxi  madamente
14.000  hombres,  con  lo  cual  Bolívar  pudo  pasar  nuevamente  a  la ofensiva.

Los   oficiales   extranjeros   le   aconsejaron   diera   a   entender   que proyectaba  un  ataque contra  Caracas  para  liberar  a  Venezuela  del yugo español, induciendo  así a Morillo a retirar sus fuerzas  de Nueva Granada y concentrarlas para la defensa  de aquel  país,  tras lo cual Bolívar  debía   volverse   súbitamente  hacia   el  oeste,  unirse  a   las guerrillas de  Santander y marchar sobre  Bogotá.  Para ejecutar  ese plan, Bolívar salió el 24 de febrero  de 1819 de Angostura, después de designar  a Zea presidente del congreso y vicepresidente de la república durante   su   ausencia.    Gracias   a   las   maniobras   de   Páez,   los revolucionarios  batieron a  Morillo y La  Torre  en  Achaguas,  y los habrían  aniquilado  completamente si  Bolívar  hubiese  sumado   sus tropas a las de Páez y Mariño. De todos modos, las victorias de Páez dieron   por  resultado  la   ocupación   de  la   provincia  de   Barinas, quedando expedita  así la ruta hacia Nueva Granada. Como aquí todo estaba  preparado por  Santander, las tropas extranjeras, compuestas fundamentalmente  por  ingleses,   decidieron    el  destino   de   Nueva Granada merced a las victorias sucesivas alcanzadas el 1 y 23 de julio y el 7 de agosto en la provincia de Tunja.  El 12 de agosto Bolívar entró triunfalmente a Bogotá, mientras que los españoles, contra los cuales se habían    sublevado    todas   las   provincias   de   Nueva   Granada,  se atrincheraban en la ciudad fortificada de Mompós. 

Luego  de  dejar   en  funciones  al  congreso  granadino  y  al  general Santander como comandante en jefe Bolívar marchó  hacia Pamplona, donde  paso mas de dos meses en festejos y saraos. El 3 de noviembre llego  a  Mantecal,   Venezuela,   punto   que  había   fijado   a  los  jefes patriotas para que  se le reunieran con sus tropas Con  un  tesoro  de unos  2.000.000  de  dólares,   obtenidos   de  los  habitantes  de  Nueva Granada  mediante   contribuciones  forzosas,   y  disponiendo   de  una fuerza  de  aproximadamente 9.000 hombres,  un  tercio  de  los cuales eran  ingleses, irlandeses, hanoverianos y otros extranjeros bien disciplinados,  Bolívar debía hacer frente a un enemigo privado de toda clase de recursos, cuyos efectivos se reducían  a 4.500 hombres,  las dos terceras partes de los cuales, además,  eran  nativos y mal podían,  por ende, inspirar confianza  a los españoles. Habiéndose retirado Morillo de  San  Fernando de  Apure  en  dirección  a  San  Carlos, Bolívar  lo persiguió   hasta   Calabozo,   de  modo  que  ambos   estados   mayores, enemigos se encontraban apenas a dos días de marcha el uno del otro.

Si Bolívar hubiese avanzado  con resolución,  sus solas tropas europeas habrían  bastado    para   aniquilar  a   los   españoles.   Pero   prefirió prolongar la guerra cinco años más. 

En   octubre   de  1819  el  congreso   de  Angostura  había   forzado   a renunciar  a  Zea,  designado   por  Bolívar,  y  elegido  en  su  lugar   a Arismendi.  No  bien  recibió  esta  noticia,  Bolívar  marchó  con  su  legión extranjera sobre  Angostura,  tomó  desprevenido  a  Arismendi,  cuya fuerza se reducia a 600 nativos, lo deportó a la isla Margarita e invistió nuevamente a Zea  en su cargo y dignidades.  El doctor  Roscio, que había  fascinado  a Bolívar con las perspectivas de un poder central, lo persuadió de  que  proclamara a  Nueva  Granada y Venezuela  como "República de Colombia", promulgase una constitución  para el nuevo estado  --redactada  por  Roscio--  y  permitiera  la  instalación  de  un congreso común para ambos países. El 20 de enero de 1820 Bolívar se encontraba de regreso en San Fernando de Apure.  El súbito retiro de su legión extranjera, más temida por los españoles que un número  diez veces mayor  de colombianos,  brindó a Morillo una nueva oportunidad de concentrar refuerzos.  Por otra parte, la noticia de que una poderosa expedición  a  las  órdenes  de  O'Donnell  estaba a  punto  de  partir  de  la Península,  levantó los decaídos ánimos del partido español. A pesar de que  disponía   de  fuerzas   holgadamente  superiores,  Bolívar  se  las arregló    para  no   conseguir  nada   durante  la   campaña  de   1820. Entretanto llegó de Europa la noticia de que la revolución en la isla de León   había   puesto   violento   fin  a  la  programada  expedición   de O'Donnell.  En  Nueva  Granada, 15  de  las  22  provincias  se  habían adherido al gobierno de Colombia, y a los españoles sólo les restaban la fortaleza de Cartagena y el istmo de Panamá. En Venezuela, 6 de las 8 provincias se sometieron  a las leyes colombianas.  Tal era el estado de cosas cuando  Bolívar  se dejó  seducir  por  Morillo y entró con él en tratativas que tuvieron  por resultado, el 25 de noviembre  de 1820, la concertación del  convenio  de  Trujillo, por  el  que  se establecía  una tregua de seis meses. En el acuerdo de armisticio no figuraba una sola mención  siquiera  a la Republica  de Colombia,  pese a que el congreso había  prohibido, a texto expreso, la conclusión de ningún  acuerdo  con el jefe español si éste no reconocía  previamente la independencia de la república. 

El  17  de  diciembre,   Morillo,  ansioso  de  desempeñar  un  papel  en España,  se embarcó  en  Puerto  Cabello y  delegó  el  mando  supremo  en Miguel de Latorre; el 10 de marzo  de 1821 Bolívar escribió  a Latorre participándole que  las  hostilidades  se  reiniciarían al  término  de un plazo  de  30  días.  Los  españoles  ocupaban  una  sólida  posición  en Carabobo, una  aldea  situada   aproximadamente a  mitad  de  camino entre  San  Carlos y Valencia;  pero  en  vez de  reunir   allí  todas  sus fuerzas,  Latorre sólo había  concentrado su  primera división,  2.500 infantes y unos 1.500 jinetes, mientras que Bolívar disponía aproximadamente de  6.000 infantes,  entre  ellos  la  legión  británica, integrada por 1.100 hombres,  y 3.000 llaneros  a caballo bajo el mando de Páez. La posición del enemigo le pareció  tan  imponente  a Bolívar, que  propuso a  su  consejo  de  guerra la  concertación de  una  nueva tregua,  idea que, sin embargo, rechazaron sus subalternos. A la cabeza de una columna constituida fundamentalmente por la legión británica, Páez, siguiendo un atajo,  envolvió el ala derecha  del enemigo; ante la airosa  ejecución   de  esa  maniobra,  Latorre  fúe  el  primero  de  los españoles en huir a rienda suelta, no deteniéndose  hasta llegar a Puerto Cabello, donde se encerró  con el resto de sus tropas. Un rápido avance del ejército victorioso hubiera producido, inevitablemente, la rendición de   Puerto    Cabello,   pero   Bolívar   perdió    su   tiempo   haciéndose homenajear en Valencia y Caracas. El 21 de setiembre  de 1821 la gran fortaleza de Cartagena capituló  ante Santander. Los últimos hechos de armas  en  Venezuela  --el  combate  naval  de  Maracaibo  en  agosto  de 1823 y la forzada rendición de Puerto Cabello en julio de 1824-- fueron ambos la obra de Padilla.  La revolución  en la isla de León, que volvió imposible la partida de la expediúión de O'Donnell, y el concurso de la legión británica, habían  volcado, evidentemente, la situación a favor de los colombianos. 

El Congreso  de Colombia  inauguró sus sesiones en enero  de 1821 en Cúcuta;  el  30  de  agosto  promulgó  la  nueva  constitución  y,  habiendo amenazado Bolívar  una  vez mas  con renunciar, prorrogó los plenos poderes  del Libertador. Una vez que éste hubo firmado la nueva carta constitucional, el congreso  lo  autorizó a  emprender la  campaña de Quito   (1822),  adonde   se  habían   retirado  los  españoles   tras  ser desalojados  del istmo de Panamá por  un levantamiento general  de la población.  Esta  campaña,  que  finalizó  con  la  incorporación de  Quito, Pasto y Guayaquil a Colombia, se efectuó bajo la dirección  nominal de Bolívar  y el general  Sucre,  pero  los pocos  éxitos  alcanzados  por  el cuerpo de ejército se debieron  íntegramente a los oficiales británicos, y en particular al coronel Sands. Durante las campañas contra los españoles  en  el  Bajo  y  el  Alto  Peru   --1823-1824--  Bolívar  ya  no consideró  necesario  representar el papel  de comandante en jefe, sino que  delegó  en  el  general  Sucre  la  conducción de  la  cosa  militar  y restringio sus actividades  a las entradas triunfales, los manifiestos  y la proclamación   de   constituciones.    Mediante    su   guardia  de   corps colombiana manipuló las decisiones del Congreso de Lima, que el 10 de febrero   de  1823  le  encomendó   la  dictadura;  gracias  a  un  nuevo simulacro    de   renuncia,  Bolívar   se   aseguró   la   reelección   como presidente   de   Colombia.    Mientras  tanto    su   posición   se   había fortalecido, en parte con el reconocimiento oficial del nuevo estado por Inglaterra, en parte por  la conquista  de las provincias  altoperuanas por Sucre, quién unificó a las últimas  en una república independiente, la de Bolivia. En este país, sometido  a las bayonetas  de Sucre, Bolívar dio curso libre  a sus tendencias  al despotismo  y proclamó el Código Boliviano,  remedo   del  Code  Napoleón.  Proyectaba trasplantar  ese código de Bolivia al Perú, y de éste a Colombia, y mantener a raya a los dos primeros estados  por  medio  de tropas colombianas,  y al último mediante  la legión extranjera y soldados  peruanos. Valiéndose  de la violencia, pero también  de la intriga, de hecho logró imponer,  aunque tan sólo por unas pocas semanas, su código al Perú. Como presidente y libertador de Colombia,  protector y dictador  del Perú  y padrino de Bolivia,  había  alcanzado  la cúspide  de su gloria.  Pero  en Colombia había  surgido un serio antagonismo  entre  los centralistas, o bolivistas, y  los federalistas, denominación esta última  bajo  la cual los enemigos de la  anarquía militar  se habían  asociado  a los rivales militares  de Bolívar. Cuando  el Congreso  dé  Colombia,  a instancias  de Bolívar, formuló una  acusación  contra Páez,  vicepresidente de Venezuela,  el último    respondió    con    una    revuelta    abierta,   la    que    contaba secretamente con el apoyo y aliento del propio Bolívar; éste, en efecto, necesitaba  sublevaciones  como pretexto  para abolir  la constitución  y reimplantar la dictadura. A su regreso  del Perú,  Bolívar trajo además de su guardia de corps 1.800 soldados  peruanos, presuntamente para combatir  a los federalistas alzados.  Pero  al encontrarse con Páez  en Puerto   Cabello   no  sólo  lo  confirmó  como  máxima   autoridad  en Venezuela,  no sólo proclamó  la amnistía  para los rebeldes,  sino que tomó partido abiertamente por ellos y vituperó  a los defensores  de la constitución; el decreto  del 23 de noviembre  de 1826, promulgado en Bogotá, le concedió poderes dictatoriales.

En el año 1826, cuando  su poder  comenzaba a declinar, logro  reunir un congreso  en Panamá, con el objeto  aparente de aprobar un nuevo código democrático internacional. Llegaron plenipotenciarios de Colombia,   Brasil,  La   Plata,   Bolivia,  México,  Guatemala,  etc.  La intención  real  de Bolívar  era  unificar  a toda  América  del Sur en una república federal,  cuyo dictador  quería  ser él mismo. Mientras daba así amplio  vuelo a sus sueños de ligar  medio mundo  a su nombre,  el poder  efectivo  se le escurría rápidamente de las  manos.  Las  tropas colombiams  destacadas en el Perú,  al tener  noticia de los preparativos que   efectuaba    Bolívar    para    introducir   el    Código    Boliviano, desencadenaron una  violenta  insurrección. Los pruanos eligieron  al general Lamar  presidente de su república, ayudaron a los bolivianos a expulsar  del país las tropas colombianas  y emprendieron incluso una victoriosa  guerra  contra Colombia,   finalizada   por  un  tratado que redujo  a este país  a sus límites  primitivos, estableció  la igualdad  de ambos   países   y  separó  las  deudas   públicas   de  uno   y  otro.  La Convención  de Ocaña,  convocada  por Bolívar para reformar la constitución  de modo que su poder  no encontrara trabas, se inauguró el 2 de marzo  de 1828 con la lectura de un mensaje  cuidadosamente redactado,  en  el  que  se  realzaba   la  necesidad   de  otorgar  nuevos poderes  al  ejecutivo.  Habiéndose   evidenciado,  sin  embargo,  que  el proyecto de reforma constitucional diferiría esencialmente  del previsto en  un  principio, los amigos  de  Bolívar   abandonaron la  convención dejándola  sin  quórum, con  lo  cual  las  actividades   de  la  asamblea tocaron a su fin. Bolívar, desde una  casa de campo situada  a algunas millas de Ocaña, publicó un nuevo manifiesto en el que pretendía estar irritado con los pasos dados por sus partidarios, pero al mismo tiempo atacaba  al  congreso,  exhortaba  a  las  provincias  a  que  adoptaran medidas  extraordinarias y se declaraba dispuesto  a tomar  sobre  sí la carga del poder  si ésta recaía  en sus hombros. Bajo la presión  de sus bayonetas,  cabildos abiertos  reunidos  en Caracas, Cartagena y Bogotá, adonde  se había  trasladado Bolívar, lo invisteron  nuevamente con los poderes   dictatoriales.  Una   intentona  de  asesinarlo  en  su  propio dormitorio en  Bogotá,  de  la  cual  se salvó  sólo porque saltó  de  un balcón  en  plena  noche  y permaneció agazapado   bajo  un  puente,  le permitió  ejercer  durante algún  tiempo  una  especie de terror militar. Bolívar,  sin embargo,  se guardó de poner  la mano  sobre  Santander, pese  a  que  éste había  participado en la conjura, mientras que  hizo matar  al general  Padilla,  cuya culpabilidad no había  sido demostrada en absoluto,  pero  que por  ser hombre  de color no podía ofrecer  resu tencia alguna.

En  1829,  la  encarnizada  lucha  de  las  facciones  desgarra  ba  a  la república  y Bolívar, en un nuevo llamado  a la ciudadanía, la exhortó a expresar   sin   cortapisas  sus   deseos   en   lo   tocante    a   posibles modificaciones  de  la  constitución.  Como  respuesta a ese manifiesto, una    asamblea    de    notables    reunida   en    Caracas   le   reprochó públicamente su  ambiciones,  puso  al descubierto las  deficiencias  de gobierno,   proclamó  la   separación  de   Venezuela   con   respecto   a Colombia  y colocó al frente  de la primera al general  Páez. El Senado de Colombia respaldó a Bolivar, pero nuevas insurrecciones estallaron en diversos  lugares.  Tra  haber  dimitido  por  quinta vez,  en  enero  de 1830 Bolívar aceptó de nuevo la presidencia y abandonó a Bogotá para guerrear contra Páez en nombre  del congreso colombiano.  A fines de marzo  de 1830 avanzó a la cabeza  de 8.000 hombres,  tomó Caracuta, que se había  sublevado,  y se dirigió hacia  la provincia de  Maracaibo, donde Páez lo esperaba con 12.000 hombres  en una fuerte posición. No bien  Bolívar  se enteró  de que  Páez  proyectaba combatir  seriamente, flaqueó  su valor. Por  un  instante,  incluso,  pensó  someterse  a Páez  y pronunciarse contra el congreso.  Pero  decreció  el ascendiente  de sus partidarios en  ese cuerpo  y Bolívar  se vio obligado  a presentar su dimision ya que se le dio a entender que esta vez tendría que atenerse  a su palabra y que,  a condición  de que  se retirara al extranjero, se le concedería  una pensión anual. El 27 de abril de 1830, por consiguiente, presentó  su renuncia ante el congreso. Con la esperanza, sin embargo, de recuperar el poder gracias a la influencia de sus adeptos, y debido a que  se  había   iniciado  un  movimiento  de  reacción  contra  Joaquín. Mosquera, el nuevo presidente de Colombia,  Bolívar fue postergando su partida de Bogotá y se las ingenió para prolongar su estada  en San Pedro hasta fines de 1830, momento en que falleció repentinamente.

Ducoudray-Holstein  nos  ha  dejado  de  Bolívar  el  siguiente  retrato: "Simón  Bolívar  mide cinco  pies  y  cuatro  pulgadas  de estatura,  su rostro es enjunto,  de mejilla  hundidas, y su tez pardusca y lívida;  los ojos, ni grandes ni pequeños, se hunden  profundamente en las órbitas; su cabello es ralo. El bigote le da un aspecto sombrío y feroz, particularmente   cuando    se   irrita.  Todo   su   cuerpo    es   flaco   y descarnado. Su aspecto es el de un hombre  de 65 años Al caminar  agita incesantemente los brazos.  No puede  andar   mucho  a pie y se fatiga pronto. Le agrada tenderse o sentarse en la hamaca. Tiene frecuentes y súbitos arrebatos de ira, y entonces se pone como loco, se arroja en la hamaca  y se desata  en improperios y maldiciones  contra cuantos  le rodean. Le gusta  proferir sarcasmos  contra los ausentes,  no lee más que literatura francesa  de carácter liviano, es un jinete  consumado  y baila valses con pasión. Le agrada oírse hablar, y pronunciar brindis le deleita.  En  la adversidad,  y  cuando  está  privado  de  ayuda  exterior, resulta   completamente  exento  de  pasioness   y  arranques temperamentales. Entonces se vuelve apacible, paciente, afable y hasta humilde.  Oculta  magistralmente sus defectos bajo la urbanidad de un hombre   educado   en  el  llamado  beau  monde,  posee  un  talento  casi asiatico  para el disimulo  y conoce mucho mejor  a los hombres  que la mayor parte de sus compatriotas."

Por un decreto del Congreso  de Nueva Granada los restos mortales de Bolívar  fueron  trasladados en  1842  a  Caracas, donde  se  erigió  un monumento a su memoria.

Véase:  Histoire  de  Bolivar  par  Gén.  Ducoudray-Holstein, continuée jusqu'á sa mort par Alphonse  Viollet (Paris, 1831); Memoirs of Gen. John  Miller  (in the  service of the Republic  of Peru;  Col. Hippisley's Account of his Journey to the Orinoco (London, 1819).

 Artículo  publicado  en el tomo III de The New American  Cyclopedia. Escrito  en  enero  de  1858.  Apareció  en  la edición alemana de MEW, t. XIV, pp. 217-231. Digitalizado para MIA-Sección en Español por Juan R.  Fajardo,  y  transcrito a  HTML  por  Juan  R.  Fajardo,  febrero  de 1999.

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