A 70 años de su muerte, el recuerdo de Hitler atormenta aún a su ciudad natal
"Cada año es el mismo
numerito", farfulla un habitante al ver a las personas reunidas ante la
fachada decrépita. Setenta años después del suicidio de Adolf Hitler,
la sombra del dictador sigue planeando sobre su austríaca ciudad natal,
Braunau-am-Inn.
Este
sábado 18 de abril, decenas de antifascistas llaman la atención con
sudaderas negras con capucha y sus gafas de sol pese a la lluvia, entre
el apacible paisaje de este pueblo del oeste de Austria, en la frontera
con la Baviera alemana. Se reúnen en el centro del pueblo, ante la
casa de 800 metros cuadrados donde nació Hitler, el 20 de abril de 1889,
símbolo de un pasado que no acaba de pasar.
Aunque el pueblo puso una estela por las víctimas de los nazis en la
casa, Astrid Hainz, organizadora del desfile, acusa a la localidad de
ignorar su pasado. La casa "está aquí y hay que vivir con eso. Es un
deber", afirma. En 1972 el gobierno austríaco alquiló la vivienda a su
propietaria, Gerlinde Pommer, para evitar que se convirtiera en un
lugar de peregrinaje para los neonazis.
El alquiler de 4.800 euros mensuales estipulaba que el edificio sólo se
podría utilizar con fines socio-educativos o administrativos, explica a
la AFP Karl-Heinz Grundböck, un portavoz del ministerio del Interior.
El Estado se impacienta
"La casa de Hitler" se convirtió, por tanto, en un centro de acogida
para minusválidos, una parte de la población que fue víctima del régimen
nazi.
El acuerdo entre
el gobierno y Pommer se rompió 35 años después, ante la negativa de la
propietaria a aceptar obras de renovación necesarias en la vivienda.
Desde 2011, la casa de tres plantas está vacía, para enfado del Estado,
que desde entonces ha gastado unos 240.000 euros en el alquiler de un
edificio que no puede aprovechar. "Hemos hecho una oferta de compra,
pero también nos planteamos una expropiación", asegura Grundböck.
En Braunau, de 17.000 habitantes, los partidarios de convertir la casa
en un centro de acogida para refugiados y los que prefieren crear un
museo sobre la liberación de Austria mantienen debates encendidos.
Pommer sigue al margen. Su familia es propietaria de la vivienda desde
hace más de un siglo, salvo un breve periodo durante el régimen nazi.
Afrontar el pasado
"Heredó la casa y se lleva el dinero sin respetar los términos del
acuerdo", acusa el historiador local Florian Kotanko. "Podría hacer algo
histórico entregando su casa a la República". "Dejar que la casa se
derrumbe, o hacerla explotar" no resolverá nada "porque la fascinación
seguirá", asegura. "La gente quiere ver dónde nació el que fue capaz de
exterminar a gran parte de la población en Alemania, Austria, y más
allá". "La gente de aquí no merece la marca de la infamia" que es esta
casa, lamenta el alcalde de Braunau, Georg Wojak. Lo quieran o no,
los habitantes de la localidad tendrán que seguir lidiando con el pasado
de su ciudad, citada en las primeras líneas de "Mein Kampf", el libro
escrito en 1924 por Hitler, entonces un joven golpista.
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